En notas anteriores hemos analizado el profundo cambio demográfico que atraviesa Argentina, con postales tan elocuentes como una Ciudad de Buenos Aires donde ya hay más mascotas que jóvenes. Si al lector le sorprende esta transformación cultural y se pregunta en qué decantará, no hace falta hacer futurología: para entender el futuro que le espera a Argentina, basta con mirar a España.
Nuestra Madre Patria es el espejo de nuestro futuro. El 2023 registró la cifra de nacimientos más baja de su historia, apenas 318.115. Quince años antes, en 2008, habían sido casi 520.000. En poco más de una década, los nacimientos se desplomaron un 40%. La tasa de fecundidad, el termómetro de la vitalidad de una nación, cayó en el mismo período de 1,44 a 1,12 hijos por mujer. En otras palabras: por cada 100 parejas, nacen 112 niños, una fórmula matemática para el decrecimiento. Aunque Argentina aún no llegó a esos niveles (1,3 hijos por mujer), nuestra caída ha sido mucho más vertiginosa en los últimos diez años.

Cuando la tasa de fecundidad de un país cruza el umbral de un hijo por mujer, la población de cada nueva generación se reduce a la mitad. Lejos de revertir esta catástrofe demográfica, las políticas públicas la han acelerado. El caso español no es la excepción. Mientras en Argentina el camino al aborto irrestricto comenzó con el fallo F.A.L. en 2012, España ya había despenalizado, bajo supuestos similares, en 1985 y legalizado el aborto a demanda en 2010. Sin embargo, en un récord sombrío, Argentina, con la legalización de 2020, superó en solo cuatro años la cantidad de abortos anuales de España, teniendo prácticamente la misma población.

La preocupación en España y en toda la Unión Europea es palpable. Después de todo, en España desde el 2015 hay más defunciones que nacimientos, lo que explica un decrecimiento poblacional. Aunque es tentador encontrar una causa única, tres de cada cuatro españoles aseguran que no tienen hijos por “falta de medios económicos”. Como ya hemos señalado, atribuir la caída de la natalidad a un mero deterioro de los ingresos es más un sesgo que una realidad. Sin embargo, sí existe una variable económica que merece mención: la correlación entre el acceso a la vivienda y el nacimiento de nuevos españoles.

Entre 2003 y 2008, España vivió un repunte en los nacimientos que coincidió con un auge en el acceso a créditos hipotecarios. Cuando la burbuja estalló en 2007, la caída en las hipotecas otorgadas fue estrepitosa, y los nacimientos la siguieron en su derrumbe.
Pero España atraviesa un problema adicional, una vuelta de tuerca que Argentina aún no experimenta a esta escala. Según su Instituto Nacional de Estadística, la ya bajísima tasa de fecundidad sería aún peor si no fuera por la natalidad de los extranjeros, que desde hace tres décadas es muy superior a la de los españoles. El efecto es triple y demoledor:
- Crecimiento vegetativo negativo: La población nativa ya no se sostiene a sí misma. Mueren más españoles de los que nacen, con una pérdida neta de 20.500 habitantes españoles solo en 2024.
- Reemplazo poblacional: Mientras la población local se reduce, la extranjera creció en 136.000 habitantes en 2024. El número de residentes extranjeros ya supera los 9,3 millones, lo que significa que 1 de cada 5 habitantes de España no es español.
Sustento demográfico externo: Son los inmigrantes quienes, con una mayor tasa de natalidad, sostienen mínimamente las cifras demográficas del país. Hace veinte años, 9 de cada 10 nacimientos eran de madre española; hoy, casi 1 de cada 4 bebés que nacen en España es de madre extranjera.


Como vemos, los desafíos de España exceden lo meramente económico, aunque su sistema de pensiones esté crujiendo y la deficiencia en la provisión de servicios estatales sea cada vez más cuestionada. Pero en lo que nos compete, este es el espejo en el que debemos mirarnos. La caída de la natalidad en Argentina ha sido brutal en los últimos 10 años, y el crecimiento de los abortos, exponencial.
España nos muestra el final del camino que ya empezamos a recorrer. Un país que envejece, se vacía y cuya supervivencia demográfica depende de quienes vienen de afuera. La pregunta es si Argentina elegirá tomar otro camino antes de que sea demasiado tarde.