La mortalidad infantil nos interpela. Que en Pakistán muera 1 bebé cada 22 nacidos vivos, pone la piel de gallina, pero saber que en Japón es 1 de cada 1.111, nos da la pauta que es una realidad modificable. Estos números representan extremos que, por su contraste, llaman la atención, prenden alarmas y despiertan conciencias.
Sin embargo, a otra escala, pero sin dejar de manifestar una tremenda injusticia, aquí sucede lo mismo. El gran primer paso será asumir la existencia de esta realidad, hacerse cargo de ella y buscar la forma de modificarla.
Para ello podrán tomarse toda clase de medidas que son, en general, sumamente costosas, como es la inversión en hospitales, equipamiento para las neonatologías, etc, sumadas a profundos cambios estructurales en educación, programas de vivienda, generación de empleo, disminución de la pobreza, y un sinfín de cuestiones que, lamentablemente, se vienen postergando hace años en la Argentina.
¿Por dónde empezar entonces? Un análisis de los casos de mortalidad infantil en el distrito de San Miguel, en el Conurbano Bonaerense, arrojó un dato interesante: la mayoría de los casos de muerte neonatal estaba relacionada a un embarazo sin controlar.
Por más equipamiento e infraestructura sanitaria que haya, si la mujer embarazada no se acerca al centro de salud a controlarse, no habrá modificación de esta realidad. El Estado llegará tarde para poder hacer algo. Llega en la sala de parto, cuando ya no hay tiempo para prever los riesgos y garantizar una gestación segura. Hay que salir a buscar estos casos sin controlar, para evitar muertes absurdas.
Así nació El Camino de la Embarazada, que consiste en realizar operativos en los distintos barrios del distrito dos veces por semana. En ellos, un grupo de acompañantes va casa por casa encuestando a las mujeres que en ellas viven, para detectar la posibilidad de algún embarazo. De ser así, se le practican los controles necesarios en un consultorio móvil allí instalado junto con una primera ecografía. Se le asigna además, un turno en el Centro de Salud de su barrio, para que continúe con los controles y se realiza un seguimiento personalizado durante todo el embarazo.
El resultado de esta estrategia ha sido sumamente positivo, logrando reducir en un 20% la cantidad de embarazadas que llegan al parto sin control y la mortalidad infantil pasó de un 12‰ a un 7.7‰ en 2017, quedando por debajo de la media provincial.
Que este tipo de iniciativas arrojen estos resultados nos da la pauta que lo que debe primar al construir cualquier política pública es mirar, en primer lugar, a la persona que va a ser sujeto de ella. Esto genera efectividad y evita el desperdicio de recursos. Miremos la realidad, hagámonos cargo de ella y busquemos modificarla a través de políticas públicas con valores.