Llevo dos semanas escuchando a Tomás Rebord hablar sobre la natalidad en su editorial de los lunes (“Edibordial”). El referente de los jóvenes, y posible candidato a legislador el año que viene, se manifestó en contra de la caída de la natalidad en Argentina, asegurando que está vinculada a la crisis económica que estamos atravesando. Aprovecho la oportunidad para aportar un poco de claridad sobre el asunto: la crisis actual no explica la caída de la natalidad, es algo mucho más complejo.
Coincido plenamente con Rebord cuando dice que tampoco ve “a la gente hablando de cómo podemos revertir esta situación”. Así que empecemos por desmenuzar el tema. La natalidad está estrechamente relacionada con la producción de un territorio dividida por la cantidad de habitantes (lo que conocemos como PBI per cápita). A mayor ingreso, menor natalidad. Los países que reducen su pobreza suelen experimentar una baja en la tasa de natalidad. Esto es lo que se conoce como la “Paradoja Demográfica-Económica”.
Pero profundicemos un poco más. En su última editorial, Rebord mencionó que un amigo suyo le puso a África como ejemplo. Para evitar, como dice él, caer en un “circuito de validación cerrada”, veamos la evolución de la natalidad en el mundo. Cayó en todas partes: en Argentina, Chile, Brasil, Japón, México, España, Corea del Sur, prácticamente en todo el planeta.
Este fenómeno global se conoce como “Transición Demográfica”, que consta de cuatro etapas. La primera, en la era preindustrial, se caracterizó por altas tasas de natalidad y mortalidad. Luego, con el inicio del desarrollo económico, se produjo un incremento en la riqueza, manteniéndose alta la natalidad mientras la mortalidad comenzaba a bajar. En una tercera etapa, la natalidad cae abruptamente, y la mortalidad se mantiene baja. Finalmente, en la cuarta etapa, tanto la natalidad como la mortalidad son bajas, con un envejecimiento poblacional y altos indicadores de desarrollo humano. La Transición Demográfica es un fenómeno que afecta al mundo entero y eventualmente alcanzará a los países africanos. De hecho, estudios demuestran que cada vez se tarda menos en registrar una caída en la natalidad en los países con altas tasas de fertilidad. A Reino Unido le tomó 95 años (1815-1910) reducir su tasa de fertilidad de 6 a 3 hijos por mujer (hoy está en 1,5 hijos), mientras que a Irán le tomó solo 10 años, de 1986 a 1996 (hoy en 1,7 hijos por mujer).
Rebord está pidiendo soluciones argentinas para problemas que son globales. En Argentina, la caída de la natalidad no es tan marcada en el norte del país como lo es en el sur y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Dentro de la Ciudad, observamos una correlación negativa entre ingresos y natalidad. Parece que los porteños no quieren tener hijos, especialmente en la Zona Norte y Centro, áreas de clase media y alta. En cambio, en la Zona Sur, donde hay menos recursos, la natalidad es mayor.
Lo que sí ocurrió en los últimos años es un empobrecimiento significativo en toda la Ciudad. Según datos del IDECBA, la Ciudad experimentó una caída promedio del 37% en el ingreso per cápita familiar entre 2011 y 2023. Es una cifra alarmante. Si analizamos la distribución por comunas, la Comuna 1 (Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Montserrat, Constitución) sufrió una caída del 56%, seguida por la Comuna 8 (Villa Soldati, Villa Riachuelo, Villa Lugano), que registró un descenso del 48% en el mismo período. La Comuna más rica, en 2011, era la 2 (Recoleta), pero ahora es la 14 (Palermo), aunque con un 27% menos de ingresos.
Tomás dice que “algo tiene que ver” el salario con el hecho de que la gente no esté teniendo hijos y pidió un “poquito de materialismo histórico”, citando a Marx. Puede que el salario influya, pero es todo lo contrario a lo que él cree. Son, en su mayoría, las clases media y alta las que no quieren tener hijos. CABA, la provincia más rica del país, es la que presenta la mayor caída en la natalidad. No se trata de condiciones materiales, sino de cultura. No sé si es “Woke”, pero definitivamente es anti-familia y consumista. Nuestros abuelos eran mucho más pobres materialmente, y aun así decidían formar una familia y tener hijos. Hoy, en cambio, son pocos los que eligen hacerlo. ¿Cuántas parejas estables de clase media optan por vivir una vida sencilla, sin llenar su ropero, sin viajar al exterior todos los años, sin frecuentar bares o restaurantes, o sin comprarse un auto para poder criar tres hijos? Casi nadie.
No tengo nada personal contra Rebord, incluso me gustaría participar en su programa para desarrollar más la problemática de la natalidad en Argentina. Creo que es una buena idea, como él suele decir, “dar los debates”, pero con datos. Porque si nos limitamos a percepciones sesgadas, vamos a terminar derrochando recursos en políticas públicas que no solucionen nada.