La postura del gobierno argentino es clara: hay que defender el “derecho a la vida… de todos”. El aborto no es una solución a los problemas de pobreza o desigualdad, como plantean desde hace décadas los promotores de políticas anti natalistas, sino una violación fundamental al derecho que da sentido a todo el resto: el derecho a la vida. Este es el mensaje que el Presidente dejó claro desde el inicio de su mandato y ratificó en el último discurso a las Naciones Unidas. Mientras tanto este organismo internacional, que estiró su Agenda 2030 hasta el 2045, continúa promoviendo su agenda europeísta, con políticas irrisorias para los países de Latinoamérica, África y varios países de Asia.
El Presidente, en su disertación frente a la ONU, señaló la hipocresía de los Organismos Internacionales (OOII) que torcieron su rol subsidiario y se convirtieron en el Leviatán “de múltiples tentáculos, que pretende decidir no solo qué debe hacer cada estado nación, sino también cómo deben vivir todos los ciudadanos del mundo”. Denunció la promoción de las políticas vinculadas a los supuestos “derechos sexuales y reproductivos” en un momento donde la tasa de natalidad de los países occidentales se está desplomando, anunciando un futuro sombrío para todos.
Este es el mejor momento para que Argentina se deshaga del lastre del aborto: el anti-derecho a la vida. El discurso del presidente marca un punto de inflexión no solo para nuestra Nación, sino también para Latinoamérica, que se encuentra asediada por el aparato abortista que celebra la legalización (y el negocio) del aborto en la región. Este 28 de septiembre, el aparato celebró el avance de estas políticas en nuestra tierra, con su última avanzada en México. Es una buena ocasión para que los países hermanados alcen la voz en disenso.
Argentina alza la voz y se enfrenta a la narrativa dominante de organismos internacionales, defendiendo el derecho a la vida y la soberanía nacional sobre la imposición de una agenda que no respeta nuestra cultura, sociedad ni economía. Porque el aborto nunca fue un reclamo social más allá del progresismo porteño y las fundaciones abortistas financiadas desde el exterior. El interés económico siempre fue la motivación tras la promoción, por eso no tuvieron el más mínimo reparon en inventar números sobre abortos clandestinos totalmente alejados de la realidad, total una vez aprobado, a nadie le importa la mentira detrás. Por ejemplo, en Uruguay había estimaciones de 150.000 abortos clandestinos anuales y en el primer año de legalización (2013) abortaron 7.171. Nueve años después, los abortos aumentaron, pero sólamente hasta llegar a los 10.505 abortos anuales. En Ciudad de México, se estimaban 165.000 abortos anuales. Luego de la legalización rondaron los 10.000 y 15.000 abortos. Menos del 10% del número inflado.
El aborto es la piedra angular de políticas antinatalistas promovidas por la Unión Europea en conjunto con Estados Unidos. Mientras tanto, la crisis de natalidad alcanza niveles críticos, tanto en Argentina como en todo Latinoamérica y el Caribe. Mientras hace 40 años, todos los países se encontraban por encima de la tasa de reemplazo (nivel mínimo para garantizar la estabilidad poblacional), hoy prácticamente todos se encuentran por debajo, salvo excepciones; con el agravante de que Argentina tiene una de las tasas más bajas de la región.
El problema demográfico se extiende a toda Latinoamérica, con el agravante que en todos los países con aborto legal, se incrementaron los abortos luego de su implementación. A modo de ejemplo, en Argentina el primer año del aborto legalizado (2021), hubo 73.400 aborto. Dos años después, aumentaron un 45% hasta alcanzar los 106.300 abortos a nivel nacional. Lo mismo ocurrió en Uruguay, que presentaron un aumento del 46% desde el primer año de su legalización en 2013 hasta el 2022, alcanzando 10.500 abortos, según el último dato disponible del Ministerio Público de Salud del país.
Es momento de que Argentina lidere un cambio y se libere del peso de políticas impuestas que no reflejan la voluntad de nuestra sociedad ni las necesidades de nuestro pueblo. El aborto, lejos de ser una solución a los problemas reales que enfrenta nuestro país, sirvió de instrumento de una agenda extranjera que prioriza sus intereses por encima de nuestra soberanía y nuestro derecho a defender la vida. La oportunidad está frente a nosotros: levantemos la voz y actuemos para proteger a las generaciones futuras, reafirmando nuestro compromiso con la vida y con una Latinoamérica que decide su propio destino sin injerencias ni imposiciones externas.
En sintonía con esta lucha, hemos visto casos de resistencia en distintas provincias que han demostrado que es posible enfrentar las decisiones centralizadas. En la provincia de Buenos Aires, los senadores de La Libertad Avanza han presentado un proyecto para derogar la Ley de Acceso a la Interrupción Voluntaria del Embarazo, fundamentándose en la defensa del derecho a la vida consagrado en la Constitución provincial. Del mismo modo, en Córdoba, el legislador por Encuentro Vecinal, Rodrigo Agrelo, presentó iniciativas para frenar la implementación de la ley nacional 27.610 y garantizar una mayor transparencia e información para las mujeres que consideran el aborto como opción. Estos movimientos son señales claras de que la defensa de la vida y la soberanía local sigue viva, y es un ejemplo a seguir en todo el país.