Sonia vive en el Barrio Santa Brígida de San Miguel, en el límite con Moreno y José C. Paz. Es una madre presente y sabe que el futuro de su hijo depende de la educación. Hoy está preocupada. Su hijo todavía no recuperó la presencialidad plena; el año pasado hizo primer grado en forma virtual y todavía no sabe escribir.
En la escuela se escudan diciendo que clases hubo. Ella no se conforma con que pase de grado, quiere que aprenda porque sabe que, si no, las cosas se le van a hacer difíciles como fueron para ella. No quiere que su hijo repita la historia.
La pandemia de COVID puso de manifiesto una realidad que padecemos hace años. La preocupación de Sonia es la de miles de madres en todo el país, pero especialmente en el conurbano bonaerense.
Hace un par de meses la Municipalidad de San Miguel lanzó el programa Encontrarte, para relevar barrio por barrio, casa por casa la situación escolar de los chicos de las familias más vulnerables. Aunque la educación es competencia del gobierno provincial, la grave situación que se percibía en el territorio generó la necesidad de colaborar desde el gobierno local.
Al relevamiento inicial, el Programa suma una serie de actividades en los barrios donde los chicos encuentran apoyo escolar, actividades culturales, ayuda digital y la posibilidad de imprimir tareas.
Si bien preliminares, los resultados obtenidos hasta ahora son preocupantes. Ninguno de los chicos censados ha recuperado la presencialidad completa. Casi el 40% va una vez por semana o menos a la escuela. El 26% los hace dos o tres veces. Los pocos que van todos los días, no tienen la carga horaria completa.
Durante el 2020 seis de cada 10 chicos consultados vieron interrumpido el contacto con la escuela por más de un mes (tanto virtual como físico). Un 10% abandonó sus estudios y no volvió en el 2021. El 60% de los padres teme que sus hijos no quieran seguir estudiando cuando pase la pandemia, y el 90% considera imprescindible la vuelta a la presencialidad plena. ¿El motivo fundamental? Seis de cada diez contestaron que los chicos no incorporan los contenidos en la modalidad virtual.
Esta preocupación de los padres se ve confirmada por el diagnóstico de los docentes especialmente contratados por el municipio para asistir a los chicos en las jornadas del Encontrarte. Entre los alumnos de primer ciclo de primaria –primero, segundo y tercer grado-, el 30% no logra escribir, el 20% no reconoce las vocales y el 13% no puede escribir ni su nombre.
En el segundo ciclo de primaria –cuarto, quinto y sexto grado- los problemas se profundizan: el 52% no escribe de corrido, el 51% no lee palabras complejas y el 39% no escribe oraciones.
Esta situación tan delicada tiene un terrible agravante: los chicos pasan de grado. ¿Resultado? Terminan sus estudios sin haber adquirido los conocimientos básicos o abandonan la escuela por la enorme frustración que les produce la falta de progreso.
Está claro que no podemos atribuirle la crisis educativa al cierre prolongado de las escuelas durante la pandemia. Esta –desacertada- medida, sólo puso de manifiesto y profundizó una situación que venía agravándose año tras año.
Sin embargo, las cosas no fueron siempre así. Durante mucho tiempo, la educación pública junto con el trabajo genuino, supieron ser el motor de la movilidad social ascendente. Había una clara consciencia de que el progreso personal y colectivo se conseguía a través del trabajo, el esfuerzo y la educación. Esto no pasaba en Alemania o en Suecia; pasaba acá, en Argentina.
No debemos renunciar a recuperar ese país que supimos tener. Pero para hacerlo, no podemos seguir como hasta ahora: escondiendo los problemas, poniendo parches y edulcorando realidades dramáticas con eufemismos. Tenemos que mirar la realidad tal cual es, hacer un diagnóstico adecuado, honesto y realista, y a partir de allí reorganizar los recursos tanto humanos como económicos para reconstruir una escuela pública de calidad y promover la generación de empleo.
El derecho de los chicos a aprender debe ser el ordenador del resto de los derechos involucrados en el ámbito educativo. Nada puede estar por encima de ello: ni los conflictos docentes, ni los problemas edilicios; son todos asuntos comprensibles y que habrá que atender, pero no pueden atropellar el derecho de los chicos a acceder a una educación de calidad. Hace falta un giro, un cambio de rumbo. Las mismas prácticas de siempre nos van a llevar indefectiblemente al mismo lugar. Nadie dice que sea fácil ni que se resuelva de la noche a la mañana. Lo que no podemos negar es que es imprescindible.