El Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), con 14 millones de habitantes en 14.000 km², concentra a casi 1 de cada 3 argentinos en apenas el 0,5% del territorio.
Esta realidad convierte al resto del país, sin el AMBA, en un vasto territorio con una densidad poblacional similar a la de las naciones más despobladas del mundo, con una densidad poblacional de tan solo 11,5 habitantes por km².
Argentina es uno de los países más grandes y menos habitados del planeta (densidad por km²). Australia, Rusia y Canadá también tienen una densidad poblacional muy baja, pero se estima que entre el 70% y el 80% de los territorios de estos países son inhabitables debido a desiertos y climas extremos. En Argentina se calcula que ese valor es menor al 40% de la superficie del país (el desierto patagónico).
Esta situación plantea un doble desafío: por un lado, el riesgo de no aprovechar el potencial productivo de un vasto territorio; por otro, la dificultad de ejercer soberanía efectiva sobre áreas poco pobladas. Podríamos recordar a Alberdi, primer redactor de la Constitución Nacional Argentina, quién afirmó que “la población es la medida de la prosperidad nacional” y que “con la población aumenta la producción, el consumo, el comercio, la riqueza y el poder de la nación”1. Además, esta despoblación plantea serias preocupaciones sobre la soberanía nacional y la capacidad de proteger y desarrollar efectivamente nuestro extenso territorio. Un territorio despoblado es un territorio vulnerable, tanto desde el punto de vista económico como geopolítico. Los fundadores de la Patria vieron la necesidad de poblar el país desde el primer momento: “La población es la fuerza de los Estados” decía Belgrano corriendo el año 1810, año de la Revolución de Mayo. Sin embargo, Argentina enfrenta una doble amenaza: la emigración masiva de los últimos años y una caída drástica en la natalidad, que encienden alarmas sobre el futuro demográfico del país en este siglo.
La falta de registros oficiales sobre la emigración dificulta dimensionar el problema. No obstante, estimaciones sugieren que hasta un millón de argentinos podrían haber emigrado en las últimas dos décadas. Datos oficiales, como los revelados por el ex Jefe de Gabinete Posse, indican que, tan solo entre 2013 y 2023, 60.000 argentinos se radicaron en España, Italia, Estados Unidos y Chile. Solo durante la pandemia se mudaron unos 45.000 argentinos.
La caída en la natalidad es quizás el indicador más alarmante de la despoblación en Argentina. En apenas una década, la tasa de natalidad se ha reducido a la mitad, una cifra que se agrava al considerar el error de estimación del censo de 2010. Las proyecciones oficiales de aquel año anticiparon 3.698.813 niños de 0 a 4 años para 2021, pero el censo de 2022 reveló una cifra de 2.846.550, un 23% menos. Este dato no sólo pone de manifiesto la gravedad de la situación, sino que también plantea interrogantes sobre la eficacia de las políticas públicas implementadas en la última década.
El gráfico anterior muestra la proyección de largo plazo que realizó el INDEC en el año 2010, estimando una clara tendencia a la baja de la población de 0 a 4 años, pasando de aprox. 3.750.000 niños en 2016 a casi 3.500.000 en 2040. Esto proyecta una clara caída de la natalidad, pero además el error de pronóstico es tan grave que sólo diez años después, la población censada arrojó menos de 2,85 millones de niños. La magnitud de estos errores de estimación se visualiza claramente en el siguiente gráfico. La diferencia entre la proyección poblacional para el 2021 y la población censada es abismal. Mientras se esperaba que aumentara la población de 0 a 9 años respecto a los mayores de 10 años (aprox. 7.455.000 habitantes nuevos de 9 años o menos), la información censal arrojó una caída significativa: hay 6.445.000. Hablamos de 1 millón de habitantes menos.
La diferencia entre la proyección y la realidad es aún más evidente al comparar los grupos de 0 a 4 años y de 5 a 9 años. En 2010, se preveía una leve disminución del 1,5% en el grupo más joven. Sin embargo, los datos del censo revelaron una caída del 21%, lo que sugiere que la crisis demográfica podría llegar mucho antes de lo previsto.
Argentina emprendió un camino hacia la despoblación. Es un hecho, y tenemos que revertirlo. Ya lo dijo Belgrano: “Un país extenso y despoblado es como un cuerpo sin alma.”3. No dejemos que Argentina pierda su alma. Argentina necesita políticas públicas que fomenten la natalidad, desalienten la emigración y promuevan una inmigración hacia el vasto territorio despoblado. Necesitamos “reconquistar el desierto”, no con las armas, sino con familias.